Llevaba algunas noches, apacentando su ganado en las faldas del cerro, aprovechando quizá las mejores condiciones que el clima duro regala al refrescar en la madrugada, y cansino, en la cúspide, el tañir de una campana que despertaba la curiosidad a la vez que un lógico temor ante lo desconocido, de tan admirable y a la vez sencillo enviado.
Tras meditar y pensar mucho que decisión tomar, Juan Alonso, decide subir una noche hasta coronar el monte de la Cabeza, y, mientras su paso temeroso se ralentiza, el tintineo de la campana se hace aún más constante, mientras un alo de luz asoma radiante por entre la abertura de dos rocas.
Allí, cual majestuoso altar elegido por la sacratísima imagen, se encuentra María Santísima junto a su divino hijo en el regazo coronada de estrellas, soberbia de belleza sin igual mientras un ejercito de querubines revolotean a su alrededor señalando la divinidad de la Virgen al afortunado pastor.
Hincado de rodillas, pues su temor a la vez que su devota fe así le hacen actuar, comienza un dialogo entre la Madre y el más afortunado de sus hijos.
-¿Qué le diría la Virgen a aquél enviado del cielo?-.
-¿Cuál es, el verdadero mensaje de Ella?
Creo que cada uno de nosotros en nuestro interior en esa noche, subamos o no, seremos un nuevo Juan Alonso de Rivas, y, de alguna forma Ella, también se nos manifestara ante nuestra sorpresa.
Fuente: Abril se tiñe de sueños
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